jueves, julio 17, 2008

about:mozilla

... y así, al final la bestia cayó y los incredulos se alegraron. Pero no
todo estaba perdido, porque de las cenizas surgio un gran pajaro. El
pajaro contemplo a los incredulos y lanzo fuego y truenos sobre ellos.
Porque la bestia habia renacido con su fuerza renovada y los seguidores
de Mammon se acobardaron en el horror.



de The Book of Mozilla, 7:15

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bajo un sol sin violencia fluían las horas sosegadas. La tarde se acababa y yo, distraído, seguía con mente indecisa un hilo de luz cayendo sobre los papeles de mi mesa. Atrás de la ventana unas vagas azaleas, quietas en la luz tardía. De pronto vi una sombra levantarse de la página escrita, avanzar en dirección de la lámpara y extenderse sobre la cubierta rojiza del diccionario. La sombra creció y se convirtió en una figura que no sé si llamar humana o titánica. Tampoco podría decir su tamaño: era diminuta y era inmensa, caminaba entre mis libros y su sombra cubría el universo. Me miró y habló. Mejor dicho: oí lo que me decían sus ojos -aunque no sé si
tenía ojos y si esos ojos me miraban:

Yo.- ¿Quién eres o qué eres?
El.-Mi nombre es Legión. Sin cesar cambio de nombre y de forma, soy muchos y soy ninguno; siempre estoy preso en mí mismo y no logro asirme. Un bizantino me llamó Lucífugo: una obscuridad errante y enemiga de la luz. Pero mi sombra es luz, como la de Aciel, el sol negro. Soy luz vertida hacia dentro, luz al revés. Llámame Ecul.

Yo.- Ya sé quien eres y de dónde vienes.

El.-Sí, vengo del Canto Primero de ese libro (y señaló
un volumen encuadernado a la holandesa). Pero
no se menciona mi nombre. Soy uno del séquito.

Yo.-¿De quién?
El.-De un príncipe. Su nombre no te diría nada.
Yo.-¿A qué vienes?
El.-A disuadirte. Andas perdido en el tiempo o, como ustedes dicen, en la historia. Buscas rumbo: ¿lo encontraste?

Yo.- No. Pero ahora sé que las revueltas se petrifican en revoluciones 0 se transfiguran en resurrecciones.

El.-No es nuevo. Es tan viejo como la presencia de ustedes sobre este planeta.
Yo.- Es nuevo para mí. Nuevo para nosotros, los que vivimos ahora.

El.-¿También te parece nuevo el pleito de los dos poderes? Acuérdate de Roma y Cartago. . .
Yo.-No, no es nuevo. Sin embargo, no es lo mismo.


Parecido no es identidad.
El.-Qué ilusión! ¿No has notado otro parecido más impresionante?
Yo.-¿Cuál?


El.-¿Te acuerdas, en ese libro (y volvió a señalar el volumen) de la asamblea en Pandemónium?
Yo.- No te entiendo.

El.- La tierra se ha vuelto un infernáculo en el que los diablos jugamos a la guerra con los hombres.

Yo.- Te digo que no entiendo.

El.-No has leído bien a tus poetas. Allá en Pandemtinium hay dos grandes príncipes, inferiores en poder sólo a Luzbel. El primero (empezó a declamar) “es un Rey horrible embadurnado de la sangre de los sacrificados y de las lágrimas de los padres que no logran oir, ahogados por el ruidode los címbalos y los crótalos, los gritos de sus hijos en los brazos de fuego del torvo ídolo”.

Yo.-¡Ah, Moloc, el dios de-los amonitas!

El.-Y de los hebreos. ¿No sabes (bajó la voz) que la deidad a la que sacrificaban niños era Yahweh?
Esto pasaba en tiempos de Achaz y Manasses. Tus estudios bíblicos son muy deficientes. Tal vez lo conozcas por otro de sus nombres: Ares.

Yo.- Marte. . .

El.-Huitzilopochtli, Tezcatlipoca, Odín, Thor. . .

Yo.- Y Kali que lame con su lengua inmensa los campos de batalla y escarba con las uñas los camposantos

El.-El otro príncipe no anda con la cabeza en alto como el gran Moloc sino mirando hacia abajo. ¿Humildad? No: escudriña, busca riquezas escondidas.
El les enseñó a ustedes a explorar -el poeta dice: saquear pero exagera- las entrañas de la tierra. Cuando vivíamos en las alturas (volvió a declamar) “levantó torres altivas, moradas de luz para los serafines. . . hasta que, despeñado desde las almenas cristalinas, cayó sin fin del alba al
mediodia y del mediodía a la noche, todo un largo día de verano. . . cayó con todas sus máquinas,
sus ingeniosos aparatos y sus industriosos discípulos. . . condenado a construir en el infierno”. (Pausa) Desde entonces cojéa un poco. . .

Yo.- Hefestos, Vulcano. . .

El.-Mammón es su verdadero nombre. Patrón de los herreros, los comerciantes, los ingenieros, los mecánicos,
los banqueros, los mineros. . . Un dios sagaz, emprendedor, industrioso. Un dios exigente. Mateo dijo: “No puedes servir a Dios y a Mammón”. Ergo: sirve a Mammón.

Yo.-¡Un diablo versado en las Escrituras!

El.-(Sin hacerme caso) En Pandemónium se discutió una vez -y lo que allá se discute una vez se discute siempre porque sucesión y repetición, cambio e identidad son lo mismo para nosotros- co mo podríamos recobrar el bien perdido. Fue al otro día de la Caída. Se levantó “el más fuerte y fiero de los espíritus que combatieron en las batallas del Empíreo”, Moloc, y dijo: “¿Cómo, fugitivos del cielo, podemos demorarnos sentados aquí y aceptar como albergue este cubil oprobioso mientras millones
armados esperan la señal para asaltar las alturas? El tirano reina allá sólo por nuestra tardanza.
. . “Moloc incitó a la insurrección y a la guerra. Después habló Belial, que aconsejó prudencia. Pero el discurso que nos sorprendió a todos, y que todavía nos sorprende, fue el de Mammón.
. . aunque el Maligno frunce el ceño cada vez que lo cito.

Yo.-¿Por qué?

El.-Mammón no propuso ni el levantamiento del soberbio Moloc ni la sumisión del hipócrita Belial: “puesto que no podemos derrocar al Altísimo ni obtener su perdón (y aún si esto último fuese posible: ¿a quién no le humillaría pasarse el día celebrándolo con forradas aleluyas? Qué moncítona eternidad sería la nuestra si la pasásemos en adorar al que odiamos. .) No, no nos empeñemos en lo imposible ni nos resignemos a lo inaceptable: hay que buscar el bien propio en nosotros mismos y vivir libres en esta vasta guarida, sin dar cuenta a nadie de lo que hacemos. La dura libertad es preferible al yugo y a la pompa servil. . . ¿La obscuridad de este hoyo nos amedrenta?
La traspasaremos con luces imitadas de la suya. ¿Nos espanta esta desolación? Tenemos ingenio y perseverancia para levantar magnificencias. . . Nuestras mismas torturas, por obra del tiempo y la costumbre, se convertirán en una segunda naturaleza y los fuegos que nos martirizan serán caricias. . .” La arenga de Mammón levantó
en el Averno un clamor de aplausos semejante al de la tormenta cuando sacude al mar y hace resonar las rocas y oquedades del promontorio.
Entonces Belcebú. . .

Yo.-Ahora entiendo la inquietud de Satán. El discurso de Mammón era desviacionista. Con su astuto programa de reformas pretendía distraer al pueblo infernal de su tarea más urgente y, por decirlo así, de su misión histórica: la insurrección y la toma del cielo. .

El.-Nosotros estamos condenados a vivir en el tiempo. Somos eternos y caímos para siempre, sí, para siempre, en lo relativo: ese es nuestro castigo. Pero ustedes no. . . ustedes pueden, con un salto, escapar del tiempo y sus querellas demoníacas. ¿NO llaman a eso libertad?

Yo.-¿Qué pretendes? Moloc proclama absoluto a su combate, Mammón decreta que la riqueza es el bien supremo; ustedes han hecho siempre de lo relativo un absoluto, de la criatura un Dios y del instante una falsa eternidad. Y ahora tú me dices lo contrario: lo relativo es relativo sin remisión y es demoníaco. Me pides que abandone las disputas terrestres y mire hacia arriba. . . Otro engaño, otra trampa.

El.-Sigues preso en el tiempo. Acuérdate: “nada me desengaña: el mundo me ha hechizado.” Hay que desprenderse, dar el salto, ser libre. La palabra es desprendimiento.

Yo.-¡Tramposo! Vivimos en el tiempo y debemos hacer frente al tiempo. Sólo así, quizá, un día podremos vislumbrar el no tiempo. Política y contemplación: eso fue lo que dijo Platón y lo que han repetido, a su modo cada uno, Aristóteles y Marco Aurelio, Santo Tomás y Kant. En lo relativo hay huellas, reflejos de lo absoluto; en el tiempo cada minuto es semilla de eternidad. Y si no fuese así, no importa: cada acto relativo apunta hacia un significado que lo trasciende.

El.-¡Filosofastro!

Yo.- Tal para cual. . . Vivimos en el tiempo, estamos de tiempo y nuestras obras son tiempo: pasan y pasamos. Pero podemos ver, a veces, en el cielo nublado, una claridad. Quizá no hay nada atrás y lo que ella nos muestra es su propia transparencia.

El.-(¿Y es bastante? ¿Te basta con ese reflejo de un reflejo?

Yo.- Me basta, nos basta. Somos lo contrario de ustedes: no podemos renunciar ni al acto ni a la contemplación.

El.- (Con otra voz).- Para nosotros ver y hacer es lo mismo -y se resuelve en nada. Todos nuestros discursos elocuentes terminan en silbidos de víbora.
. . Somos espíritus caídos en el tiempo pero no somos tiempo: somos inmortales. Esa es nuestra condena: eternidad sin esperanza.

Yo.- Somos hijos del tiempo y el tiempo es esperanza.

Tras la ventana, las azaleas se habían fundido con la noche. Sobre la hoja de papel, en un hueco entre dos párrafos, advertí una pequeña mancha de tinta. Pensé: un agujero de luz negra.